PIPINO EL BREVE (751-768)
Fiel a la tradición, Carlos Martel había hecho el reparto del reino entre sus dos hijos. Carlomán (el más mayor de sus hijos) heredó el cargo de maior domus de Austrasia, mientras que Pipino, el más joven, heredó el de Neustria. Ambos se vieron, desde el inicio, envueltos en varias guerras, pero al final consiguieron restablecer la unidad del reino. Con la ayuda del obispo San Bonifacio, acometieron la reforma de la Iglesia franca y convocaron dos concilios.
Como la unidad del reino estaba directamente conectada a la persona del monarca (cargo que, en aquel momento, se hallaba vacante), Carlomán decidió elevar al trono al merovingio Childerico en el año 743. Pero en 747, Carlomán se retiró a un monasterio y Pipino vio el camino libre para la destitución de Childerico III. Contando con el apoyo del Papa Zacarías I, el puesto de Childerico se declaró vacante.
Pipino, que pasaría a la historia con el sobrenombre de el Breve, tal vez por su baja estatura, fue coronado rey en el año 751 en la ciudad de Soissons y, lo más importante de todo, es que fue ungido por el obispo Bonifacio. Esto último le otorgaba legitimidad absoluta.
Pipino el Breve (751-768) fue, por consiguiente, el fundador de la dinastía carolingia.
Entre los francos, a partir de este momento, creció el sentimiento de que el reino debía la autoridad a Dios. No en vano, habían sido los propios carolingios quienes habían librado al mundo cristiano de los sarracenos. La cooperación de la Iglesia en el traspaso del poder a los carolingios acrecentó la importancia de la dinastía y los dos Estados, el Pontificio y el Carolingio, se convirtieron en los auténticos adalides del catolicismo.
La importancia que cobraría Pipino el Breve ante la Iglesia fue indiscutible. El rey franco recibió el título de Patricius, el mismo que recibía antiguamente el representante del Imperio Bizantino en Italia, y le fue asignada la tarea de proteger los privilegios de la Santa Sede.
Pipino consiguió que los lombardos devolvieran a la Iglesia los territorios de la Italia central que aquéllos habían ocupado de manera ilegal, logró expulsar a los musulmanes de la Septimania, sofocó varias revueltas en Aquitania y, además, continuó con las reformas eclesiásticas dentro del reino, reformando también la legislación.
Murió en el año 768 y logró preservar un reino (el que en su día creara Clodoveo I) de la destrucción que lo había estado amenazando sin cesar.
CAROLUS REX (771-814)
Carlos, o Carolus, nació en 742 y murió en 814.
Fue hijo de Pipino el Breve y tuvo un hermano menor que se llamó también Carlomán, como su tío. Dos años después de que Pipino fuese reconocido rey de los francos por la Santa Sede, el Papa Esteban III, sucesor de Zacarías I, cruzó los Alpes y se allegó hasta la corte de los francos para ungir a su rey con los óleos sagrados. Pero no sólo lo ungió a él, sino también a sus dos hijos, Carlos y Carlomán.
El Papa les dio a los francos un precepto, cuyo incumplimiento podría acarrear las más graves penas espirituales. Tal precepto consistía en que nunca deberían escoger a sus reyes de otra familia que no fuera la carolingia. Quedó así, por acto solemne del sumo Pontícipe, establecida una nueva dinastía para el reino de los francos: la de Pipino de Heristal, de los Arnulfo, distinta, por tanto, de la dinastía merovingia que había estado dominando el reino. Aquél era el año 754.
Durante sus primeros años, Carlos acompañó a su padre en las diferentes campañas para aprender las artes de la guerra, lo que contribuyó a crear en torno suyo un halo de héroe popular antes, incluso, de que se convirtiera en rey.
Pipino, antes de morir, pudo hacer la pertinente repartición del reino, de la cual a Carlos le correspondió Austrasia, la mayor parte de Neustria y Aquitania, excepto la zona sureste. Las posesiones del mayor de los hermanos rodeaban literalmente a las del menor, lo cual provocó que las relaciones entre los dos hermanos fuesen tensas desde el principio.
De hecho, Carlomán aprovechó una revuelta en la Aquitania para traicionar a su propio hermano no interviniendo en la misma para sofocarla, como tenía que haber hecho según las costumbres. Esto le hizo comprender a Carlos los malos sentimientos que hacia él tenía Carlomán.
En 771, Carlomán murió y, a pesar de tener dos hijos, éstos no tenían ningún derecho, según la ley franca de sucesión, para obtener el trono.
Carlos se convirtió así en el rey de los francos. Como había heredado de su padre el título de patricius romanus, tenía la obligación de proteger a la Santa Sede, cuyo principal enemigo era el Estado lombardo del norte. Su principal tarea era proteger al reino de los pueblos paganos (como los sajones, que por el norte no paraban de realizar incursiones en tierras francas) y también proteger a Roma, con lo que sus principales enemigos fueron, para esta época, los sajones y los lombardos.
En 772 llevó a cabo una campaña contra territorio sajón, que se saldó con una gran victoria. Y en la primavera de 773 reunió toda su fuerza militar para cruzar los Alpes e invadir Lombardía, pudiendo tomar la capital, Pavía, en junio de 774.
Pero antes de tomar la capital, Carlos acudió a Roma (Pascua de 774) y, allí, fue recibido con la mayor de las dignidades posibles y aclamado imperator por las propias milicias romanas. Su coronación como Emperador no ocurriría hasta el año 800, pero allí se pasó siete días dialogando con el Papa y, sin duda, se establecieron las líneas maestras de la posterior política de colaboración entre la Santa Sede y el regnum Francorum.
Las luchas contra los sajones, no obstante, no cesaron y, todas ellas (dieciocho) estuvieron revestidas de Cruzada cristiana contra las costumbres y cultos paganos.
Nuevamente, en Lombardía tuvieron lugar unos sucesos que atrajeron hacia allí la atención de Carlos. En 776 volvió a atravesar los Alpes y, después de derrotar a los tropas hostiles, estableció guarniciones militares en las ciudades reconquistadas, dejando como gobernadores de las mismas a una serie de condes o comites.
A continuación, y como consecuencia de una revuelta musulmana producida en la ciudad de Saraqusta (Zaragoza), Carlos intervino en Al-Andalus, una intervención que acabó en el desastre de Roncesvalles y que supondría el inicio de la creación de una serie de condados dependientes del reino franco de aspecto claramente defensivo.
Tras esto, Carlos redobló sus esfuerzos en sus luchas sin cuartel contra los sajones, a los cuales consiguió finalmente dominar haciendo que su caudillo recibiera el bautismo en 785.
Nuevas revueltas en Baviera, en Turingia y, de nuevo, en Lombardía lo tuvieron bastante ocupado.
A continuación les tocó el turno a los ávaros, de los que Carlos ocupó sus territorios y pudo capturar el famoso Anillo de los nueve círculos.
IMPERATOR
La fama militar y el acercamiento de Carlos a la Iglesia, que se revelaba incluso en su participación en discusiones dogmáticas, le habían llevado, en los últimos años del siglo VIII, a granjearse el título oficioso de Emperador de Occidente.
En 795 murió el Papa Adriano I, por quien Carlos sentía una grandísima estima, y su sucesor, León III le notificó a Carlos su propia elección. Pero el nuevo Papa tenía enemigos en Roma, los cuales habían hecho circular informes muy negativos sobre su anterior vida. El Papa escapó y acudió a Paderborn, en el oeste de la actual Alemania, donde se hallaba el rey. Escoltado por las fuerzas del rey Carlos, León III regresó a Roma, y ya ninguno de sus enemigos se atrevió a tocarlo. Esto ocurrió en el año 799.
A finales del año siguiente, el rey Carlos entró nuevamente en Roma, esta vez con el Papa, que había salido a su encuentro. Realizaron un sínodo y se declararon falsos los cargos que aún quedaban contra León III. León, por su parte, hizo un juramento público en el que se declaraba inocente.
Dos días después, en la Navidad de 800, el Papa celebró una misa pontificia a la que asistió Carlos, y cuando éste se arrodillaba delante del altar mayor, bajo el que se hallaban los cuerpos de San Pedro y San Pablo, el Papa se le acercó y le colocó sobre la cabeza la corona imperial, pronunciando las siguientes palabras:
Por medio de este acto pontificio, el Imperio romano, extinguido en el año 476 d.C. por la deposición de Rómulo Augústulo, fue restaurado.
"Carolo, piisimo Augusto a Deo coronato, pacificio magno et pacificio Imperatori, vita et victoria".
El Emperador Carlos, como principal gobernante de Occidente, y portador también del título de Patricio Romano, se convirtió en el protector supremo de la Iglesia Católica en Occidente.
***
LA BATALLA DE RONCESVALLES (778 d.C.)
En época del emir andalusí Abderramán I, los musulmanes tenían la península Ibérica dividida en Marcas (at-Tagr), las cuales protegían a Al-Andalus de las zonas más próximas a los reinos cristianos del norte.
Estas Marcas, no obstante, tenían unos límites fronterizos poco precisos. Los valles de los ríos Duero y Ebro constituían, más o menos, los límites de demarcación.
Existían tres Marcas, según los cronistas árabes de la época: Superior, Media e Inferior. La Marca Superior, la más alejada de Kortuba, comprendía los territorios de Turtusha (Tortosa), Tarrakuna (Tarragona), Larida (Lérida), Weschka (Huesca), Al-Tutili (Tudela), Kalat al-Ayub (Calatayud) y Saraqusta (Zaragoza), siendo ésta última la capital de toda la Marca.
La población de la Marca Superior estaba formada por árabes sirios (qaysíes), bereberes y pobladores autóctonos, dentro de los cuales habían muladíes, mozárabes y judíos.
También se estableció allí un importante contingente de yemeníes, que desde los tiempos de Mahoma se hallaban enfrentados a los árabes del norte o qaysíes. Los primeros gobernadores de la Marca Superior fueron de origen yemení, lo cual explica el porqué de las continuas revueltas contra el poder central de Kortuba, siempre gobernado por árabes del norte.
En 750, Saraqusta, que estaba dominada por yemeníes, fue ocupada por un grupo de qaysíes liderados por un tal Yusuf al-Sumayl. El descontento de los gobernadores yemeníes, que se vieron de repente humillados, fue de tal dimensión que se aliaron con el también yemení Sulayman ibn Yaqzan al-Arabí, gobernador de la frontera superior, quien, en representación de las ciudades de Barshaluna (Barcelona), Gerunda (Gerona) y Weschka, tenía el firme propósito de solicitar ayuda al rey Carlos para rebelarse contra el emir de Córdoba.
En 777, Sulayman visitó a Carlos, que se hallaba en su palacio de Paderborn, y le rindió homenaje a cambio de recibir su protección. Prometió al rey cristiano un ejército de bereberes a sus órdenes para ayudar a tomar Saraqusta.
Sin embargo, Abderramán I logró entablar negociaciones con Husayn ibn Yahya, un traidor de la causa de Sulayman, a cambio de la promesa de investirle gobernador de Zaragoza.
En la primavera de 778, dos ejércitos del rey Carlos atravesaron los Pirineos.
Uno lo hizo por la parte oriental; el otro, comandado por el propio Carlos, a través de los pasos montañosos que llevaban hasta Pompaelo (Pamplona). Al llegar a esta ciudad la sitió y la hizo capitular, a pesar de la dura resistencia que opusieron los fieros vascones, dueños de la ciudad. Otras ciudades de la parte oriental de los Pirineos también cayeron. A continuación, los ejércitos cristianos se reunieron a las afueras de Saraqusta y la sitiaron, pero Saraqusta no cayó. Sulayman ibn al-Arabi fue asesinado por un emisario de Husayn y no pudo prestar la ayuda prometida. Carlos, al ver que aquello se complicaba innecesariamente, y teniendo en la mente otra preocupación, como era una nueva incursión sajona, decidió dar media vuelta y retornar a su reino.
A la altura del paso pirenaico de Roncesvalles, los indomables vascones cayeron sobre ellos destrozando su retaguardia e infligiéndoles algunas bajas famosas, como la de Roldán, sobrino del propio rey Carlos, que sirvió de inspiración para componer uno de los cantares de gesta más famosos de todos los tiempos: el Cantar de Roldán, escrito a finales del XI por Turoldo, un monje normando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario