La pretendida toma de Saraqusta por Carlomagno y el posterior fracaso de su expedición en Roncesvalles, echaría al traste los sueños de expansión carolingia hacia el interior de la península Ibérica. Sin embargo, los problemas internos del propio emirato de Córdoba y los deseos de independencia de la antigua nobleza visigoda de los territorios del noroeste peninsular, harían que a partir del año 781, cuando fue restituido el reino de Aquitania en la figura de Luis I (Luis el Piadoso), hijo de Carlomagno y futuro emperador, dicha expansión, más limitada pero también más segura, fue llevada a cabo.
LA MARCA HISPÁNICA
El reino de Aquitania tenía la misión específica de crear una barrera defensiva al sur de los Pirineos sobre unas bases lo más firmes posibles. Por todo el noreste de la península Ibérica, se fueron creando paulatinamente una serie de condados los cuales no estaban unificados administrativamente entre ellos, sino que, para su gobierno, se designaron a unos condes que unas veces eran francos y otras autóctonos. La Marca Hispánica o Gothia llegó a extenderse por toda la zona meridional de los Pirineos, desde Pamplona hasta el mar Mediterráneo y desde el Rosellón hasta Barcelona.
Sin embargo, la Marca Hispánica, siendo que se estableció en tales términos, no era un marquesado al uso ya que, al frente de la misma, no había un marqués propiamente dicho. En un cartulario enviado en 812 por el emperador y dirigido a ocho condes de la Marca ("Berane, Gauscelino, Gisclafredo, Odilone, Ermengario, Ademaro, Laibulfo et Erlino comitibus"), sugiere la idea de que cada uno de esos condados estuvo gobernado de manera separada por un comites y no conjuntamente por un marqués.
El primero de los condados que se creó fue el de Gerunda (Gerona), en el año 785. Allí, algunos miembros de la antigua nobleza visigoda se rebelaron contra los árabes y entregaron la ciudad a Carlomagno. Se nombró conde a un tal Rostan y el condado de Gerona asumió también el control del pagus (distrito territorial de origen romano) de Bisuldunum (Besalú) y la zona de Emporiae (Ampurias). Como reacción a este hecho, Hisham I atacó a la Septimania en 793, y Carlomagno se afirmó en la necesidad de afianzar su influencia al sur de la cordillera.
Pero la iniciativa militar de Carlomagno, estuvo acompañada de otra en el ámbito religioso, de forma que los obispos y monjes francos iniciaron una intensa labor evangelizadora en el pagus de Urgel, dependiente del condado de Tolosa, y su Iglesia se hizo depender de la diócesis de Narbona.
A continuación, se sublevaron Urgel y Cerdaña y se crearon sendos condados: el Urgellensis y el Cerdaniensis, los cuales, al principio estuvieron unidos por la auitoridad de un mismo conde: Borrellus Ausoniae (Borrell de Osona).
En 798, el ejército carolingio penetró en la península y logró controlar las comarcas de Urgelliensis, Pallariensis y Riparcutiae (Ribagorza), por el este, y Iacca (Jaca), más hacia el oeste, donde fue establecido el conde franco Aureolo para vigilar a las plazas musulmanas de Wasqa (Huesca) y Saraqusta (Zaragoza). Incluso en Pampilona (Pamplona) llegaría a instalarse un gobierno afín al rey carolingio.
Llegado a este punto, y seguramente en connivencia con algunas autoridades musulmanes contrarias al emir cordobés, los francos avanzaron más hacia el sur oriental intentando la toma de ciudades más importantes como Larida (Lérida), Wasqa, Barshilūna (Barcelona) o Turtusha (Tortosa).
De todas ellas, solamente Barcelona cayó bajo la órbita del monarca cristiano, instalándose como gobernador al conde Bera, un magnate godo de la zona del Rosellón. Esto ocurrió en el año 801, siendo ya emperador Carlomagno.
Al fracaso, por parte de los francos, de controlar ciudades como Lérida, Tortosa y Huesca se unió en 803 la ciudad de Pamplona, en la que una poderosa familia vascona, los Arista, ayudados por los Banu-Qasi de Zaragoza, opusieron resistencia tanto a los francos como a los musulmanes.
Finalmente, en 812 el emir cordobés al-Hakam I (796-822), en un acuerdo con los carolingios, se vio forzado a reconocer la soberanía franca en aquellas plazas conquistadas y sus zonas de influencia en los valles pirenaicos más orientales, Gerona, Barcelona, parte del Sobrarbe, Pallars y Aragón, donde ya se había instaurado un condado bajo el gobierno del franco Aznar Galindo.
Poco después, Luis I penetró con un ejército en los Pirineos navarros e impuso en Pamplona un gobierno afecto, al mando del gascón Velasco.
Sin embargo, el clima de inestabilidad que se vivió en el Imperio a partir de la muerte de Carlomagno y, sobre todo, a partir del Tratado de Verdum de 843, provocó que el equilibrio franco conseguido en toda la zona pirenaica comenzara a sufrir una aguda crisis.
Los condes autóctonos que profesaban poca fidelidad al Imperio fueron sustituidos por otros de procedencia franca, como es el caso de Bernardo de Septimania.
Luego, con la entrada en escena de Carlos el Calvo como soberano de todo el antiguo reino franco, muchos fueron depuestos y en su lugar fueron instalados otros más afines a su política.
En cualquier caso, la evolución de estos condados hacia el deseo de obtener una mayor autonomía o independencia, variaba según fueran las características propias de cada uno de ellos, atendiendo a su situación meramente geográfica.
EL CONDADO FRANCO DE BARCELONA
Constituido en el año 801, en que fue establecido para su gobierno al conde Bera, el condado de Barcelona, al igual que le ocurrió al resto de los condados carolingios peninsulares, inició desde el primer momento de su creación un proceso de liberación de la influencia del Estado que los había creado.
Por su carácter fronterizo y por la necesidad de reforzar sus defensas frente a los musulmanes de Al-Andalus, poco a poco fue ocupando una posición de preeminencia sobre los otros condados de la región hasta alcanzar al final una autonomía plena con respecto al poder de los carolingios.
Este proceso se inició ya en la primera mitad del siglo IX, en el mismo momento en el que empezó a flaquear el Imperio carolingio. Los intentos de independencia política del conde Bera obligaron a Luis el Piadoso (emperador desde 814) a cambiar su política con respecto a los condados de la Marca Hispánica e instalar al frente de ellos a magnates francos o, por lo menos, a personajes de muy probada lealtad.
EL CONDE BERA
El conde Bera, posiblemente de origen godo, gobernó Barcelona desde 801 hasta 820, y fue también conde de Gerona, de su pagus Besalú, de Rasez (región situada al suroeste del actual departamento de Aude) y de Conflent (comarca del sur de la actual Francia).
Según un cartulario de la época, Bero fue hijo de Guillaume, conde de Tolosa y Marqués de Septimania, y en la Vita Hludowici Imperatores se señala que a un Bera comites se le entregaron para su gobierno los territorios que les fueron conquistados a los sarracenos en el año 801.
La Vita Hludowici Imperatores se refiere a él como Bera comites Barcinonensis, y los Annales regni Francorum, revisados por el abad Eginardo, se señala que el conde Bera fue derrotado en un combate a caballo por aquellos que le habían acusado de fraude y traición.
El conde Bera participó durante varios años en las diferentes expediciones que se organizaron a fin de ampliar los límites del condado hasta las márgenes del río Hiberus (Ebro), y se ganó el prestigio entre la nobleza visigoda local al sofocar un intento musulmán de conquistar Barcelona. Sin embargo, se ganó la enemistad de otros nobles francos que lo acusaban de infidelidad a la causa carolingia.
En el año 820, en una Asamblea celebrada en Aquisgrán, Bera fue declarado culpable de los cargos de traición y condenado a la pena capital. La pena le fue conmutada por el propio Luis el Piadoso, aunque no se libró del exilio.
Sus dominios se dividieron y Barcelona, Gerona y Besalú fueron confiados al franco Rampón, que gobernó los condados entre 820 y 826.
BERNARDO DE SEPTIMANIA
A la muerte de Rampón, acaecida en 826, Luis el Piadoso designó a Bernardo de Septimania, hijo del conde Guillermo I de Tolosa, como nuevo conde de Barcelona.
Una de sus primeras tareas fue de parar nuevamente a los musulmanes que en connivencia con algunos elementos de ascendencia goda pretendían recobrar la plaza barcelonesa. Su prestigio creció tanto como consecuencia de sus éxitos militares que en poco tiempo fue honrado por Luis el Piadoso con el gobierno de nuevos territorios, como Narbona, Béziers, Agde, Nimes y Uzès.
Tanta confianza mostró el emperador por Bernardo de Septimania que lo llamó a la corte para sustituir a su hijo Lotario, el cual se había convertido en rey de Italia. Según la Gesta Francorum (escrita hacia el año 1100), Barnhardus comes Barcinonensis fue nombrado camerarius de palacio en el año 829.
Sin embargo, en la corte le crecieron los enemigos, que difundieron el rumor de que mantenía ciertas relaciones con la emperatriz Judith, segunda esposa de Luis el Piadoso y madre de Carlos el Calvo, cuarto hijo del emperador. Los tres hijos de Luis y de su primera mujer, Lotario, Luis el Germánico y Pipino I, dieron crédito a esos rumores y Bernardo tuvo que abandonar la corte.
La Vita Hludowici Imperatoris indica que Bernhardus tuvo que marcharse al exilio en España y fue privado de sus honores en el año 831.
En ese mismo año 831, el emperador realizó una segunda repartición del Imperio entre sus hijos (la primera data del año 816), en la cual a Carlos el Calvo se le atribuyeron Septimania y Gothia. Bernardo de Septimania trató de acercarse tanto a Carlos como a Luis, pero su estratagema no dio los frutos esperados y optó por cambiar de bando.
A finales de año, Pipino I de Aquitania se rebeló contra su padre y Bernardo de Septimania secundó la revuelta.
El conde de Tolosa, Berenguer, se mantuvo leal al emperador y penetró en los dominios de Bernardo. Pipino I y Bernardo, que había unido sus fuerzas, fueron derrotados y comparecieron ante el emperador: Pipino I fue destituido de su reino, que pasó a manos de Carlos el Calvo, y Bernardo de Septimania fue desposeído de todo su territorio, que quedó en manos del conde Berenguer de Tolosa.
Pero Bernardo siguió apoyando a Pipino en las luchas que éste mantuvo a lo largo de los años treinta: primero en favor de su hermano Lotario y en contra de su padre (año 833) y, después, al año siguiente, en favor de su padre y en contra de Lotario (año 834).
Bernardo de Septimania, fiel aliado de Pipino I, reclamó que le fueran restituidos sus dominios, que seguían en manos de Berenguer de Tolosa, que siempre se había mantenido fiel al emperador. Éste se encontró ahora ante un grave aprieto, pero la muerte repentina de Berenguer solucionó el problema. Los condados de Tolosa, Narbona, Carcasona y Barcelona volvieron, de nuevo, a Bernardo de Septimania, que se convirtió, así, en uno de los personajes con más poder del momento.
Sin embargo, Bernardo volvió a actuar enérgicamente granjeándose la enemistad de la población autóctona, a la que se puso de nuevo en contra.
En 838 falleció Pipino I y Luis el Germánico fue nombrado rey de Aquitania. Los nobles aquitanos aclamaron a Pipino II, hijo de Pipino I, y estalló una nueva guerra civil. Lotario se alió con el emperador, Pipino II fue desheredado y el Imperio se dividió en dos partes: Francia orientalis y Francia occidentalis. Lotario escogió la oriental y Carlos el Calvo la occidental.
En 840, Luis el Piadoso marchó contra los nobles aquitanos favorables a Pipino II y les obligó a reconocer a Carlos el Calvo como monarca legítimo, poniendo fin a la guerra civil.
Pero unos meses después (841), Luis el Piadoso falleció y estalló nuevamente un conflicto sucesorio. Ahora, Bernardo de Septimania participó muy activamente dejando que sus territorios fueran administrados por vizcondes. Prometió a Carlos el Calvo que conseguiría la sumisión de Pipino II de Aquitania, pero no cumplió su promesa. Los miembros de la antigua casa de Carcasona, sin embargo, se mantuvieron leales a Carlos el Calvo y, tras la campaña de Aquitania del año 842, Carlos destituyó a Bernardo del condado de Tolosa y se lo entregó a Acfredo I de Carcasona.
Tras la firma del Tratado de Verdum del año 843, en que el Imperio fue finalmente repartido entre Lotario, Luis el Germánico y Carlos el Calvo, heredando, éste último, toda la Francia Occidentalis (que comprendía, prácticamente, toda la Francia actual, incluida Septimania y la Gothia), Carlos el Calvo capturó finalmente a Bernardo y lo hizo ejecutar, tal como establecen diversas fuentes, entre ellas los Annales Bertianini o los Gesta Francorum.
En 844, el sucesor de Bernardo fue Sunifredo, de la casa de Carcasona, que se convirtió en el nuevo conde de Barcelona y del resto de los condados de la Septimania y de la Gothia.
GUILLERMO DE SEPTIMANIA
La política de colocar al frente de los condados de la Marca Hispánica a importantes magnates francos procedentes de las más altas instancias nobiliarias del Imperio, política que inició desde el primer momento Luis el Piadoso, no dio sus frutos.
Guillermo de Septimania fue hijo de Bernardo y Doda, que escribió un Speculum u obra que muestra un retrato moral a seguir por sus hijos Willelme (Guillermo) y Bernardo.
Guillermo, que había sido el protegido de Luis el Piadoso y, por ello mismo, se había mantenido muy próximo a Carlos el Calvo, se alió en 844 con Pipino II de Aquitania después de la destitución y ejecución de su padre (Bernardo de Septimania) y recibió, de manos suyas, el condado de Tolosa.
Al año siguiente (845), los normandos atacaron los condados Wasconiae y Burgalensis, y Guillermo acudió para hacerles frente, ocupando, a continuación, la jefatura de dichos territorios.
En 847, los normandos volvieron a atacra Burdeos y, tras un largo asedio, conquistaron la plaza, siendo apresado Guillermo antes de que Carlos el Calvo acudiese en defensa de Guillermo. Pipino II, se mantuvo al margen de la lucha contra los normandos y se ganó la enemistad de muchos nobles locales, que pasaron a prestar su apoyo a Carlos el Calvo para que éste recobrase el reino de Aquitania.
Guillermo, liberado gracias a un acuerdo entre Pipino II y los normandos, marchó hacia el sur y, tras enfrentarse a Sunifredo, consiguió hacerse con el control de los condados de Barcelona y Ampurias, gracias también al apoyo recibido por una parte de la nobleza local.
LOS ÚLTIMOS CONDES FRANCOS DE BARCELONA
En 849, Carlos el Calvo atacó la Septimania, y nombró a un personaje de probada lealtad, Alerán, como nuevo conde de Barcelona y Ampurias, además de marqués de Septimania.
Entonces, Guillermo solicitó ayuda al emir Abderramán II (822-852), quien marchó contra Barcelona y Gerona. Los refuerzos enviados por Carlos el Calvo resultaron suficientes para restaurar el orden y Guillermo fue apresado y ejecutado.
ALERÁN recobró el condado, pero un año después los árabes volvieron a atacar Barcelona y Alerán murió.
El sucesor de Alerán fue un noble franco llamado ODALRICO, que fue conde de Barcelona entre 852 y 857.
Las pugnas en el seno de la familia carolingia prosiguieron sin tregua y, cuando Luis el Germánico pretendió hacerse con el control de Aquitania, Odalrico participó en su ayuda. Este hecho y su incapacidad para contener a los musulmanes que seguían intentando reconquistar Barcelona llevaron a Carlos el Calvo a destituirlo.
En su lugar instaló a HUNIFREDO, en el año 858, como conde de Barcelona, Gerona, Ampurias, Rosellón, Tolosa y Narbona, pero la lealtad mostrada por éste último hacia Carlos el Calvo, que continuaba defendiendo con saña sus dominios de la ambición desmedida de sus hermanos y sobrinos, así como de los normandos, al final se trocó en una seria conspiración.
Carlos el Calvo, en 864, procedió también a su destitución para nombrar, a continuación, a BERNARDO DE GOTHIA, hermano del difunto Guillermo de Septimania e hijo de Bernardo. Bernanrdo de Gothia fue otro franco, de muy noble ascendencia, que al final demostró tener muy turbias intenciones pues lideró una rebelión contra Carlos el Calvo a causa del nombramiento por parte de éste último, del obispo Frotario de Bourges.
FUENTES
"Romanismo y Germanismo. El despertar de los Pueblos Hispánicos" Tomo II. J.José Sayas Abengoechea y Luis A. García Moreno. Historia de España dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Ed. Labor.
"Atlas de Historia de España", Fernando García Cortázar, Círculo de Lectores.
"Atlas histórico de España y Portugal", Julio López-Davalillo Larrea, Ed. Síntesis, S.A., Madrid, 2000.
"Historia general de la Alta Edad Media", Editorial Mayfe, 1984, José Antonio García de Cortázar y Ruiz de Aguirre.
"Historia de la Edad Media", Ariel Historia, 1992, S. Claramunt, E. Portela, M. González y E. Mitre.
Wikipedia.
"Foundation for Medieval Genealogy":
http://fmg.ac/Projects/MedLands/index.htm